Texto: Inka Martí

Un cierto aire provocativo se esconde en el cruce de sus piernas. Su voz es clara y ligeramente rebelde en su timbre. Su sonrisa es acogedora y promete, constantemente, frescura. El "kiki" del pelo se remueve llamando la atención a aquel que pueda ser un espectador despistado. Detrás de esa sonrisa y de un vestuario coqueto en lazos y abalorios se oculta la "currante" tenaz, diaria y obsesiva. Julia Otero es un vientecillo pizpireta, casero, de chica todo terreno, que juega, revoloteando, en las líneas de colores. A Julia no se la debe ver en blanco y negro.

Julia Otero se ha convertido en el último fenómeno televisivo. Le ha bastado ser la conductora de un programa concurso (3x4) que ha conseguido un éxito inaudito para la hora en la que se emite.

- Se dice que parte del éxito del programa eres tú.

- Lo que está claro es que en televisión los programas están asociados de forma muy íntima con la persona que lo lleva. Si cambias la persona, cambia también, en cierta manera, el programa. De hecho, la gente no se refiere a los programas por su nombre sino por el nombre de quien lo hace: es el programa de Gurruchaga, de Hidalgo, el de Julia Otero según como, a pesar de que sea un programa en el que trabaja un equipo de treinta personas.

- Primer año, primer día ¿cómo recuerdas ese primer día ante una cámara?

- A veces trato de recordar qué fue más horroroso, si el primer día de «Una historia particular», programa del circuito catalán, o el del primer programa estatal, que era el «3x4». Esa sensación de desprotección, de soledad, de que nadie te puede ayudar. Esos síntomas físicos de los nervios, la boca seca, la lengua como un estropajo, el latir del corazón como si tuvieras una taquicardia... Sigo manteniendo esa sensación de vértigo los primeros treinta segundos de cada programa o cuando suceden imprevistos, que se rompe un ordenador...

- Un día se te rompió la falda en directo.

- Sí, fue terrible, Fue durante los últimos cinco minutos del programa y afortunadamente nadie se enteró. Tenía que cambiar de set, levantarme, y la falda estaba enganchada en la rejilla de la silla. Situación penosa: O me llevaba la silla o rompía la falda. Opté por romperla.

- ¿Cómo es un día de trabajo de Julia Otero? ¿Qué horarios sigues?

- Me levanto a las ocho de la mañana y voy a la peluquería. Todos los días me peino en una peluquería. Tengo un corte muy especial que peinado normal puede quedar cursi o kitsch.

- Un tipo de pelo muy característico y que marca mucho un estilo.

- Sí, no he podido cambiarlo. Un día me lo cambié y durante toda la tarde se bloqueó la centralita por las llamadas de la gente.

- Eso puede llegar a ser una esclavitud del pelo.

- Sí. Por eso me he prometido a mí misma que el día que acabe el programa me teñiré de negro y me rizaré o chafaré los pelitos de arriba. Por el momento me da miedo un cambio de imagen después de una charla que tuve con gente especializada en moda, en diseño y, sobre todo, en marketing. Me convencieron de lo complicado que es cambiar una imagen en televisión y lo perjudicial que podría ser. «No cambie usted de imagen, no arriesgue su futuro», fue el eslogan que me quedó después de aquella conversación.

- ¿Qué es lo que no te gusta, te repele en un presentador de televisión?

- La prepotencia, la arrogancia, el que me hablen desde lo alto de un pedestal. Entonces tengo la sensación de que me echan.

- ¿Te grabas tus actuaciones en vídeo?

- Sí, todos los días. Todas las noches me castigo viéndome.

- ¿Qué es lo que te criticas? ¿Cómo funciona tu sentido autocrítico?

- Es muy curioso. Cuando he dicho algo de lo que me arrepiento o me he movido mal, me doy cuenta enseguida, al acabar el programa y analizarlo fríamente. Cuando me paso el vídeo y llego a ese momento poco afortunado lo paso en marcha rápida, le doy al forward. No lo veo, no lo soporto.

- Entonces, ¿sólo te "criticas" en lo bueno?

- No, digamos que no me soporto en lo malo. Puedo aguantar lo mediocre o lo normalito, pero lo que está tan mal, ¡para qué verlo! Es masoquista. Ya sé que lo he hecho mal.

- Tu marido, Ramón Pellicer es desde hace unos meses presentador de un informativo en TV3. ¿Cómo se comparte la vida con otro «televisivo»?

- Compartiendo el argot, las experiencias comunes. El también se graba su actuación en vídeo, hacemos una especie de cinefórum, nos vemos mutuamente y después comentamos la jugada. Me fío mucho de lo que dice, es una opinión que para mí tiene criterio y además, no es nada blando.

- ¿Y tú con él?

- Somos muy duros el uno con el otro, hay días que acabamos de vernos y nos dejamos verdes.

- Eso, ¿no es obsesivo?

- Sí, sí puede serlo. Antes teníamos un vídeo como todo el mundo, ahora tenemos dos por si se estropea uno. Sí, es bastante obsesivo pero ya era así cuando trabajaba en la radio.

- ¿Y enfermizo?

- No, porque para mí es también lúdico, tiene algo de diversión. No me agobia para nada. A veces compruebo los cambios con otros programas de hace medio año y observo los cambios, algunos buenos y otros malos, porque con el tiempo también adquieres vicios provocados por la rutina o la monotonía y eso no puede sucederte, hay que saber frenarlo a tiempo.

- En tu caso se puede decir que la profesión es tu vida.

- Sí, pero no sólo es profesión. Sin estar enamorada, sin tener emociones fuertes en lo sentimental, creo que ni podría trabajar. Estaría como una gata lánguida tirada en un sofá, llorando, maullando. Si no tengo mi vida afectiva resuelta, si no hay cosas en lo sentimental que me apasionen, no podría vivir. Me influye lo sentimental, soy como una romántica de siglo XIX, me falta la tuberculosis... no tengo la tez pálida y enfermiza, pero en lo demás, sí lo soy, hasta extremos cursis. El día en que me siento con más «speed» es cuando ha sucedido algo especial en mi vida sentimental, igual ese día he hecho el amor con elementos nuevos...

- La popularidad que da este medio, la televisión, causa a veces estragos en las personas, ¿cómo te ha afectado?

- No te cambia la forma de ser, pero sí te cambia las costumbres. Ahora soy más casera, en mi casa es donde me siento más yo, más libre. Si quieres trabajar en televisión la popularidad va incluida en el sueldo. O te aguantas y aprendes a llevarlo o te vas de la tele. Hay gente que no ha podido soportar el peso de la popularidad y se va, entiendo que este extremo pueda llegar a producirse.

- ¿Te podría suceder?

- Sí, me puede pasar. Hay momentos en que me ha condicionado muchísimo a la hora de decidir donde voy a como debo actuar en lugares que no son mi casa. En ocasiones he llegado a mi casa en un estado alterado y con grandes dosis de agresividad. Pero no puedo quejarme, no tengo derecho a quejarme porque la respuesta es muy sencilla: déjalo.

- Otro de los males que puede provocar la popularidad, es el divismo, el «creérselo».

- Ese es un riesgo real. En algún momento me he podido sorprender en alguna actitud de este tipo, pero es más como autodefensa que como una forma de divismo. Me da pánico y me da miedo. Son momentos muy concretos y que creo muy pocas personas saben evitar. El divismo, la prepotencia y la pedantería me parecen impresentables, y además, es que son posturas muy poco inteligentes y nada taquilleras, es una postura suicida y kamikaze.

- Para febrero estáis preparando un programa de noche, que se llamará «La Lluna», dentro del circuito catalán de TVE. ¿Vas a ser distinta, Otra Julia?

- El programa es tan diferente que lógicamente voy a ser distinta. Es un «talk show» con tres entrevistas y actuaciones musicales. Seré más la periodista en acción. Al mediodía soy un poco de todo, periodista y comediante.

- ¿Te sientes bien pagada?

- Creo que el dinero es importante, cuanto más gane mejor, quiero vivir mejor, pero en estos momentos el dinero no es lo que más me interesa, lo que más me obsesiona.

- ¿Qué es lo que más te obsesiona? No te pregunto si eres ambiciosa, porque está bastante claro.

- Sí, la ambición es una palabra que se pondera poco, que da miedo, pero creo que hay que ser ambicioso para todo. Tener una mejor casa, una mejor pareja, los mejores amigos. La vida sin ambición sería muy aburrida.

- Pero, ¿qué quieres conseguir, qué sueños tienes? Con dos programas en antena, algo ambicionarás.

- No sé si contestarte a eso, no tengo ni metas ni proyectos, no tengo una idea clara, lo que más ambiciono es que se me respete como profesional.

 

El programa ideal

El juego consiste en pensar en tu programa ideal, un programa irreal en el que es posible todo; perdido en el tiempo, en el lugar y en el espacio. Valen también, por lo tanto, las entrevistas con personajes históricos.

- ¿Ser dirigida o dirigir?

- Cuando se está preparado, dirigir y cuando una se siente aún un poco verde, ser dirigida, por si acaso. Que los errores los suscriba otro.

- Título.

- «Esto es Hollywood», por el doble sentido irónico del título.

- Espacio, los decorados.

- Cálido, elegante, acogedor. Para nada posmoderno.

- En movimiento o estática.

- En movimiento. A los espectadores hay que darles el todo.

- El color.

- Tonos lilas.

- El contenido, los temas.

- Todos. Me interesa la política, las cuestiones sociales, los sentimientos, me gusta lo sensual y lo sexual. No renuncio a nada.

- Utilizando un tonto intelectual, humano triste...

- Que pueda ser intelectual, melancólico, humano... la vida tiene un tono muy amplio.

- Escritor.

- Hay dos novelas que me han marcado profundamente: «Madame Bovary», de Flaubert y «La Regenta», de Clarín. También me gusta todo lo de Carmen Martín Gaite. Actual, Jesús Ferrero, me creo mucho lo que me cuenta.

- Pintor.

- Alfonso Costa, gallego. Es daliniano pero con un estilo propio.

- Personaje histórico.

- Fernando VII, es la historia del cretino más importante que ha gobernado en España.

- Actor.

- Richard Gere como animal, William Hurt como actor, pero nadie me ha apasionado más que Marlon Brando cuando tenía treinta años.

- Político.

- Dar el nombre de un político es como definirse ideológicamente. Quizá, Benazir Bhutto, una mujer, árabe.

- La música de este programa.

- Me gusta el pop de finales de los setenta. América, Simon & Garfunkel, Supertramp...


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