El Periódico, 25 de noviembre de 2005

Ferran Monegal

Estaba muy enfadado ayer por la mañana Josep Cuní (TV-3) con ese feo asunto que acaba de protagonizar Dieguito el Malo, atracando a punta de pistola el Caprabo de la calle Ganduxer. ¡Ah! Comprendamos a Cuní: el pasado 25 de octubre lo entrevistó por teléfono --junto a la periodista de este diario Mayka Navarro-- y Dieguito, en situación de busca y captura, prometió públicamente propósito de enmienda y que se iba a entregar. Decía Cuní, desolado: "¡No ha cumplido su promesa! ¡Prometió en este programa que se entregaría! ¡No ha cumplido!", y añadiendo más dolor a su desazón, advertía: "Es uno de los delincuentes más mediáticos de los últimos tiempos. Toda la policía lo buscaba pero muchos periodistas de este país tenían su teléfono móvil". Sí, señor, éste es el tema delirante. Sólo en el sector televisivo tenía su teléfono Ramon Pellicer, que hasta le hizo un reportaje (Entre línies, 26 de septiembre del 2005) en el que contaba cómo se camuflaba para despistar a la policía que le estaba buscando; tenía su teléfono Julia Otero, que lo entrevistó en su plató de Las cerezas (TVE-1, 18 de enero del 2005), aunque en esta ocasión con permiso de Brians, de donde aún no se había fugado; y lo tenía Cuní, que charló con él por teléfono el día ya citado. O sea, que mientras toda la policía del Estado le buscaba, Dieguito estaba con los periodistas de la tele en plan estrella del arte tránsfuga. Hombre, no pretendo defender la idea del periodismo chivato, y menos aún que debamos transformarnos en una especie de brigada de policías de paisano, pero ver a un fugado, en busca y captura, protagonizando gloriosas sesiones televisadas, parecía un cachondeo. Dieguito nos caía simpático. Pero después de esta peripecia, afortunadamente sin mas daño que el descorche ilegal de una botella de cava, su personalidad no imita el arte de un Arsenio Lupin, sino a la astracanada del Rufufú a la italiana.


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