El Periódico, 20 de mayo de 2005

FERRAN MONEGAL

Jugó esta semana Julia Otero (TVE-1) con el glamour de Boris y de Figo. ¡Ah!, qué pareja: si el marciano es una cereza en almíbar, el futbolista es picota pura y dura. Boris se derritió enseguida. Ponía morritos, le lanzaba miradas incendiarias, le decía "¡Ay! cari, mírame a los ojos: ¡eres uno de mis iconos sexuales!", y todo el rato estuvo así, blando como un melindre. Figo aguantó bien esa escenografía de la seducción homosexual que Boris pretendía, y que Julia jaleaba aspirando a una audiencia magnífica. Pero yo me pregunto desde aquí si todo este posturismo gay de Izaguirre, tan espumoso, tan simpático, tan inofensivo, hubiera sido igualmente aplaudido de haberse tratado de un heterosexual intentando seducir a una dama, señora o señorita. Los gritos del feminismo se habrían oído en Pernambuco. De todo este jueguecito teatral, pícaro, y hasta cursi, sólo hubo un momento que nos pareció auténtico. Fue cuando Julia le preguntó a Figo: "¿Dónde ha recibido la última patada?". Respondió: "En mi honor". ¡Ah!, en casa le creímos. Maltrecho honor el de este merengue gladiador, sí señores. Por dos motivos: el Madrid le tiene condenado a chupar banquillo, ¡y encima el Barça ha ganado la Liga!


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