El Periódico, 14 de abril de 2005

FERRAN MONEGAL

En estos ejercicios que nos hace Julia Otero buscando la contraposición pintoresca de dos criaturas juntas (Las cerezas, TVE-1), hemos visto últimamente forzadas piruetas. Por ejemplo, la sesión entre Santiago Carrillo y Anabel Alonso fue particularmente insulsa. Aburridísima. Lo que debería haber hecho Julia es sentar a Fraga junto a Carrillo. Entonces sí hubiésemos disfrutado mucho. Pero esta semana acertó: puso cara a cara a Rossy de Palma y Judit Mascó. ¡Ah!, fue sugestivo. ¿Es Rossy feísima y Judit guapísima? Pues depende, depende de cómo sean los ojos que las miran. En una anécdota que contó precisamente la Mascó quedó clarísimo que la belleza y la fealdad son términos relativos. Dijo la modelo que una vez, en África, visitó una humilde tribu. Y que los indígenas la miraban como si fuera un bicho. Lejos de quedar boquiabiertos ante la perfección de su estructura, le dijeron: "Piel muy blanca. Cara muy sonrosada. Pareces una cerdita". Tremendo golpe para la diva. Nadie se había atrevido nunca a compararla con un tocinito. A Rossy de Palma se le iluminaron las pupilas. Y discretamente, sonreía.


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