Diario de Avisos, 2 de noviembre de 2004

ANTONIO SEMPERE

Como era de esperar, las críticas que se publicaron sobre la primera entrega del espacio Las cerezas aparecieron en las páginas de Televisión, pero por su contenido más bien deberían haberse ubicado en la sección de Opinión e incluso en Nacional. La presencia de Felipe González condicionó los comentarios en casi todos los medios. Más que hablar de formato, del estilo, del programa, del guión, de las sintonías, de los colaboradores, lo que valoró positiva o negativamente fue la presencia del expresidente del gobierno en el prime time. Y se dedicaron más líneas a lo que dijo o no dijo sobre Rafael Vera que a valorar el contenido de las tres horas de programa. Fue significativo que la crítica de El País fuese firmada por Ernesto Ekáizer, especialista en asuntos políticos. Pero del mismo modo Carlos Boyero en El Mundo se limitó a emitir su veredicto a propósito de la intervención de Felipe. Las segundas entregas no suelen ser comentadas por los especialistas, que se limitan a diagnosticar un programa por su tarjeta de presentación, y eso sería muy injusto en el caso de Las cerezas, un espacio necesario que recupera las esencias de la televisión de antes, que a fin de cuentas es la televisión de siempre, la que nunca hubiésemos debido perder. Esa en la que varias personas vinculadas al mundo de la cultura, el espectáculo, el deporte o la política conversan distendidamente con el comunicador de turno. En este caso con una gallega de Monforte de Lemos reconvertida en catalana (comunidad en la que sus fieles la siguieron con un 27% de share, casi diez puntos por encima de la media nacional) que tiene mucho y bueno que aportar en el actual panorama televisivo. Aunque los analistas se hayan quedado sólo con la pulpa de un invitado relevante, hay que advertir que estas cerezas se presentan atractivas hasta el hueso.


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