El País, 29 de octubre de 2004

ERNESTO EKAIZER

"Buscamos resultados, pero no a cualquier precio", explicó Julia Otero al presentar su programa Las cerezas. El martes 26, TVE-1 obtuvo esos resultados, un 18,4% de cuota de pantalla, con dos pesos pesados de la política española de todos los tiempos: Felipe González y Jordi Pujol. La idea subyacente: evitar un intercambio farragoso que espantara a los televidentes. Suscitar temas de interés general, sí, pero no profundizar al punto de aburrir hasta a las ovejas. Un entrevista de nivel, pero, parafraseando a Julia Otero, no al precio de perder resultados.

Dicen que las cerezas -las dulces- eran muy apreciadas por los griegos, quienes, como recordaba siempre Borges, inventaron el género del diálogo. Estas cerezas de Julia, fuera de temporada, empero, no consiguieron el clima apropiado para sacar partido de la buena disposición de González y de Pujol. Estaban entregados a la periodista. Su actitud no pudo ser más generosa, pero una tensión indisimulable de la presentadora bloqueó la fusión de los razonamientos con los mitos, la materia misma de los diálogos griegos.

Parece que el viejo George W. Bush perdió las elecciones presidenciales de 1992 ante Bill Clinton cuando, en uno de los debates televisivos, la cámara captó cómo miraba ansiosamente el reloj que llevaba en su muñeca izquierda. Julia no perdió el martes ningún debate, pero su excesiva profesionalidad y el temor a provocar el zapping de su audiencia frustró lo que pudo ser un encuentro fuera de serie.

La objeción a esto es siempre la misma: la televisión no funciona para debates intelectuales. No, si no era eso. Tanto González como Pujol podían hablar de sus cosas personales / políticas. A eso se le suele llamar vulgarmente cotilleo. No es ningún pecado. La gente quiere enterarse. Se trataba, pues, de eso. Ejemplo: en cierto momento, Pujol recordó, con delicadeza, que el entonces presidente del Gobierno se llevaba mejor con Helmut Kohl (conservador) que con François Mitterrand. González dijo que sí, que siempre había tenido más confianza con Kohl. Pero Julia estaba, por así decir, muy pendiente del reloj. Como profesional que es no tenías necesidad de mirar a su muñeca.

Si uno pregunta a varios espectadores qué idea o qué imagen retuvieron del encuentro, las respuestas son difusas. Sensación de concordia. De respeto. Eso es todo. No hubo casi anécdotas.

En Las cerezas, Julia Otero juega en campo local. Su porcentaje de audiencia fue en Cataluña, del 27%, seis puntos más que la cuota de pantalla nacional. Los catalanes, como siempre, estuvieron al pie del cañón. Pero habrá más oportunidades. Julia sueña con... José María Aznar.


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