El Periódico, 19 de septiembre de 2002

Ferran MONEGAL

Estuvo la otra tarde Miguel de la Quadra Salcedo en La columna (TV-3) y le contó a Julia Otero que su objeto más preciado, aquel en el que ha depositado más cariño, es el hueso de una falange de un dedo de su padre. Lo cogió un día de su tumba, y siempre lo lleva en su cuello, como un colgante. ¡Ah!, esta singular y legendaria criatura que ha viajado por infinidad de paraísos selváticos, ha mimetizado de los indígenas la afición por adornarse con restos humanos. Podría parecer una necrofilia desmesurada. Bien entendido, es una muestra de afecto a la memoria de alguien al que se ha querido y respetado. La vida de trotamundos que ha tenido De la Quadra imprime carácter. Es una especie de Indiana Jones a la española, pero sin la trampa de Harrison Ford. O sea, en auténtico y sin ningún especialista que le doble cuando remonta el Amazonas. O cuando le entrevista la Otero, que también resulta una travesía apasionante.


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