El Periódico, 31 de mayo de 2002

Ferran MONEGAL

Raramente una entrevista en la tele supera la prueba del algodón. Es decir, casi siempre consiste en una simple manchita de gaseosa que dura lo que tarda la espuma en extinguirse. Pero alguna vez se produce una excepción. La entrevista que le practicó el miércoles Julia Otero a Manuela de Madre (La columna, TV-3) ha sido una de ellas. Qué gran mujer nos ha parecido Manuela. Contó que se ha visto forzada a dejar la alcaldía de Santa Coloma de Gramenet --que tenía casi casi en propiedad por el cariño y la voluntad de la mayoría de sus vecinos-- por culpa de una fibromialgia que se ha enquistado en su vida. Habló de esa enfermedad. Tan desconocida por la propia clase médica. Tan lamentablemente ninguneada y frivolizada por la ignorancia de la mayoría. Habló de ese dolor difuso que la tortura. Y mientras hablaba, comprendió Julia enseguida, y nosotros con ella, que Manuela de Madre se estaba erigiendo allí mismo en "la cara visible" de esta enfermedad terrible. Es verdad. En menos de 20 minutos de entrevista consiguió Manuela llegar hasta zonas profundas de nosotros mismos. Lugares a los que la tele no suele acceder casi nunca. No se aflija Manuela por haberse visto forzada a dejar la alcaldía. Hemos descubierto en ella la más útil medicina contra los dos tipos de fibromialgia que existen: la propiamente dicha, y esa otra de los que, creyéndose sanísimos, ignoran padecer la enfermedad del individualismo. Produce muertos, en vida.


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