La Vanguardia, 11 de febrero de 2001

Un respeto para Mae West, que fue la primera que se atrevió a hacerlo en público, creo que en "I'm no Angel", contra un jovencísimo Cary Grant, que por aquel entonces era joven y timorato (y caricato ya, como siempre). No lo recuerdo con exactitud, pero me parece que la película iba de bajos fondos y Cary Grant interpretaba a un pistolero. Mae West se le acerca y, comprobando que está obnubilado por su presencia (vamos a dejarlo así), le echa la frase histórica: "¿Tienes una pistola en los pantalones o es que estás contento de verme?". Claro, el chaval se quedó mudo. ¡Cualquiera le devuelve la réplica a una irrefrenable leona en el mismísimo momento del abordaje!

Como todos ustedes saben, estos días se ha publicado un estudio científico que asegura que la longitud media del miembro viril es de 13 centímetros y medio. Con esta formidable excusa académica, pues, los medios de comunicación han levantado la veda de la palabra pene y se han cebado en ella con un entusiasmo digno de la más alta empresa. Voy a concentrarme en las cadenas de televisión y, más aún, en los programas llamados de sobremesa.

Presentadores, acompañantes, supuestos especialistas y urólogos de fin de semana se han ensañado con "la cosa" y, a pesar de querer contener las risitas (porque, en el fondo, "la cosa" era mostrada como un asunto de interés hospitalario, con afectados por defecto y por exceso), la verdad es que se han tronchado, a la manera de los niños y las niñas en el patio del colegio, apurando el tiempo de recreo para decirlo en voz alta. Alto, claro y, por supuesto, científicamente.

En el programa de Ana Rosa Quintana, uno de sus colaboradores se postuló a si mismo como aspirante al Guinness, un cámara recomendó a un discípulo de Príapo que cortara por lo sano y los músicos de la orquesta mostraron cartelitos a la altura de sus partes con indicación de los centímetros (de 18 a 22) que esos tremendos machos tenían en su poder.

Julia Otero fue más comedida: invitó al jefe de los andrólogos que elaboraron el informe, pero no pudo sustraerse a una versión "hard" de "Chiquitita" a cargo de la Académica Palanca.También se dedicó a comparar "la cosa" con herramientas de uso cotidiano y de longitud parecida (y no grosor) como un bolígrafo, una armónica o una pipa.

Maria Teresa Campos fue el cénit. Se armó con una cinta métrica de ésas que usan las costureras y fue arañando centímetros al tiempo que acariciaba la tela plastificada, la enrollaba, volvía a extenderla. La cinta métrica, lo más cotidiano, lo más neutro, fue usada por la Campos, sin ningún rubor, a las cinco de la tarde, como una enorme metáfora, una imagen potentísima: nunca he visto en televisión un número más erótico, una insinuación más atrevida, un esfuerzo tan titánico para visualizar lo invisible. A la Campos se la notaba a sus anchas, jugando con la cinta, exprimiendo el eufemismo gráfico. Si aun existiera El Molino, podría ir a cantar la canción de la banana: "La banana es una fruta que se cría aquí en España, la banana es una fruta, que es de las islas Canarias. La banana es más dulce que la miel; la banana "pá" comerla, hay que quitarle la piel".

Lástima que en lugar de esta señora no anduviera por ahí, una tarde a las cinco, Mae West.


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