El bilingüismo perfecto de un territorio es un hermoso sueño del todo imposible, como lo es imaginar una sociedad justa, y sin desigualdades. Ambas cuestiones están relacionadas puesto que el prestigio social se mide en las zonas bilingües no sólo por la casa en la que se vive y el coche en que se circula, además cuenta mucho la lengua en que habitualmente alguien se expresa. Por eso antes los "pijos" catalanes hablaban en castellano. Por eso hoy, hasta los hijos de los inmigrantes procuran dominar el catalán. Todo es cuestión de prestigio social, o sea, de poder.

Por ello no es extraño que muchos ciudadanos del estado de California de origen hispano hayan apoyado en el histórico referéndum de esta semana el fin de la educación bilingüe.

El "english only" ha unido esta vez en el voto al "yankee" más reaccionario con el padre hispano que quiere para sus hijos mejor suerte y porvenir en la tierra prometida. Aunque la inmersión lingüística tampoco barrerá el origen de los castellanohablantes de Estados Unidos, gentes empujadas al norte por la miseria de América Latina.

Dicen los hispanistas que nada frenará el avance del español en Estados Unidos, que nadie podrá impedir que ochenta millones de personas lo hablen en el 2025. EI optimismo les hace incluso presumir una sociedad americana bilingüe en el futuro. Aun así, ¿de qué serviría eso si Ios índices de ocupación y salarios de los hispanos siguieran estando muy por debajo de los anglohablantes?

¿Por qué le llamamos bilingüismo cuando queremos decir diglosia, esto es, cuando una de las dos lenguas goza de privilegios sociales y políticos superiores?

Julia Otero
Periodista


Política de Privacidad Política de Cookies © 1998-2024 juliaotero.net