No somos científicos y, por lo tanto, nos tenemos que acercar con prudencia a las novedades científicas. Por ejemplo en la congelación de óvulos, una técnica que se ha resistido durante mucho tiempo a los investigadores, pero que finalmente ha acabado con éxito: es decir, con el nacimiento de 50 criaturas sanas en países como Estados Unidos, Inglaterra, Italia o Australia.

Ayer, Celia Villalobos, ministra de Sanidad y especialista en saltos libres a la piscina, amenazó con cerrar un centro de Barcelona que anunció -a lo mejor antes de lo que era recomendable- que en el país hay 4 embarazos en curso conseguidos a partir de óvulos congelados.

No es razonable que la ley de reproducción asistida en España sea la misma que aprobó el gobierno del PSOE en el año 88. Hasta los profanos sabemos cómo ha avanzado la ciencia en los últimos 14 años. Aquella ley, que fue pionera en Europa hoy es, como sostienen todos los investigadores, una ley absoleta. ¿Qué sentido tiene hoy que sea ilegal congelar óvulos y no lo sea congelar esperma o embriones?

¿Por qué no se reúne la ministra de Sanidad con sus propios asesores en esta materia y se les escucha? ¿Por qué la Comisión Nacional de Reproducción Asistida clama en el desierto sin que el poder político les haga caso?

Cada día hay más vacíos legales en temas de investigación y más fuga de talentos españoles hacia centros extranjeros.

A parte de la Iglesia Católica ¿no tendría que escuchar el gobierno español a todos los que tienen alguna cosa que decir?

Bona tarda. Comença La Columna.


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