Editorial del 7 de enero de 2021

La Constitución americana dispone de una enmienda, la 25, que permite a la Cámara de representantes incapacitar al Comandante en jefe e inquilino de la Casa Blanca, para encumbrar al poder a su vicepresidente.

Estados Unidos se despierta a esta hora pellizcándose aún, como el resto del mundo, para descartar que lo de anoche fuera solo una pesadilla. Los medios de comunicación invitan desde ayer a Mike Pence, el vicepresidente, a tomar una decisión que la ley le permite y que el sentido común, aconseja: alejar a Donald Trump del sillón del máximo poder mundial, antes del día 20 de enero, día del relevo en la Casa Blanca.

La semilla ultra y populista, plantada y regada a diario por ese personaje siniestro ha prendido con fuerza hasta el extremo de que, aún hoy según encuestas de urgencia realizadas, una parte sustancial de sus votantes creen que asaltar un Parlamento entra dentro de su obligación patriótica.

La banalización del mal, las mentiras amplificadas por las redes, la pulsión del nacional-populismo... las soluciones fáciles a problemas complejos han incubado este huevo de la serpiente. Ahora que nos pasamos el día hablando de vacunas, la única esperanza es que lo ocurrido ayer en el país que defendía, incluso la guerra para llevar la democracia a todos los rincones del planeta, actúe como tal, como vacuna. O las sociedades occidentales generan anticuerpos que combatan el virus ultra, o el bicho devastará la Democracia liberal.


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