Editorial del 3 de noviembre de 2020

Cuatro horas hace que han abierto los colegios electorales en el primer estado en Estados Unidos. Llegó el día en el que los norteamericanos nos escojan, a ellos y al resto del mundo, quien lleve las riendas de la aún primera potencia global los próximos cuatro años.

Que son unas elecciones históricas lo habremos dicho y escuchado muchas veces en las últimas décadas, pero casi todos estaríamos de acuerdo que quizá exageráramos entonces, pero hoy no.

Que Donald Trump siga como comandante jefe no es una buena noticia ni para los negros ni para los pobres ni para las mujeres ni para el cambio climático ni para el diálogo y las relaciones diplomáticas.

Las cancillerías europeas contienen hoy la respiración, sean conservadores o progresistas, porque cuatro años más de Trumpismo rompería definitivamente el tablero internacional.

Tan es así, fuera y dentro de Estados Unidos, que mas que elecciones parece un referéndum, un plebiscito, sobre el actual inquilino de la Casa Blanca.

¿Trump sí o Trump no? Se quede o se marche, el Trumpismo no desaparecerá tan fácilmente. Está entre nosotros, en todas partes, impregnando la esfera pública con su mismo estilo y comportamiento.

Esta jornada electoral en Estados Unidos se va a alargar hasta la madrugada del miércoles y es posible que los resultados finales tarden varios días más dada la altísima participación que ha habido por correo.

Una espera que desespera, porque Trump es capaz de proclamarse vencedor antes de que se cuenten y adjudiquen los casi 100 millones de votos por correo. Esa es la razón por la que lleva meses sembrando dudas sobre ese voto precisamente, el voto por correo, y alimentando todo tipo de conspiraciones.

Así que será una noche muy larga, incluso una semana muy larga, salvo que Biden arrase en las urnas, que no parece que sea el caso.


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