Editorial del 28 de octubre de 2020

Una conducta ejemplar es aquella que sirve de enseñanza e incluso de advertencia para todos los demás.

Si las autoridades públicas piden a los ciudadanos sacrificios de su vida social, muy especialmente, y alguno de ellos acude a una fiesta está claro el resultado. Como mínimo es incoherente y como poco una patada en la espinilla de los que sí se sacrifican y están renunciando a ver incluso a su propia familia.

La ya famosa fiesta del lunes noche de un medio de comunicación digital es posible que cumpliese con todos los protocolos de seguridad que dicta la Comunidad de Madrid, solo faltaría. A ver si vamos a tener que aplaudir que un acto público de periodistas, políticos y empresarios sigan las normas de obligado cumplimiento, ¿verdad? Pero, si me permiten austeridad en el calificativo, es feo.

¿Nadie pensó en el cabreo que iba a provocar verlos sin mascarilla, en algunas ocasiones posando sin respetar la distancia de seguridad y en una fiesta de las que hace días nos previenen las autoridades sanitarias?

Los botellones son feos, las fiestas más o menos pijas también.


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