Editorial del 4 de abril de 2017

Por lo que ha tardado en dimitir el presidente de Murcia, Pedro Antonio Sánchez, Pas para los amigos, es evidente que el PP creía que Albert Rivera iba de farol. Como no es siquiera verosímil que el PP estuviera dispuesto a perder otra comunidad autónoma, solo se entiende que hayan apurado tanto los tiempos -recordemos que mañana se presentaba la moción de censura contra Sánchez- porque creyeron que Ciudadanos se echaría atrás. Y se equivocaron, claro.

El ya expresidente de Murcia no podrá decir nunca que su partido le abandonó a las primeras de cambio -o sea, a las primeras imputaciones con 4 delitos- sino que se entregó a fondo en su defensa. No se reparó en medios ni se escatimó en esfuerzos, incluida la orden de la fiscalía general para enmendar a dos fiscales díscolas que pedían su investigación en otros 3 delitos vinculados a la púnica. Hasta el ministro Catalá perdió pelos en esa gatera. Al final, el juez Velasco, aún sin la fiscalía, se ha bastado para documentar en un largo escrito que la justicia sí iba a imputar a Pas en esa pieza separada de la Púnica. Y esa ha sido la gota final.

El PP y el gobierno han defendido al señor. Sánchez hasta que se divisó el abismo al fondo, es decir, siguiendo el estilo y marca de la casa digamos.


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