Editorial del 1 de marzo de 2017

Parece que fue ayer, pero han pasado casi 8 años de aquel día en que descubrimos el cinismo que encerraba lo del "oasis catalán". La venerable institución del Palau de la Música estaba, al parecer, en manos de ladrones y corruptos al servicio de sí mismos y del partido político central de la vida catalana. Fue el principio del fin del 'pujolismo'.

Millet y Montull y el tesorero de Convergencia, Osácar, se han sentado hoy en el banquillo por el cobro de comisiones ilegales de la constructora Ferrovial a cambio de adjudicaciones de obra pública. Tanto ha sido el tiempo transcurrido que a Félix Millet le ha dado tiempo a usar ya silla de ruedas y a Ferrovial, a pedir la prescripción del delito de tráfico de influencias.

Hay expectación por ver en qué acaba lo que ayer se supo: que Jordi Montull, el dos del Palau, ha propuesto a la Fiscalía delatar a Convergencia a cambio de librar a su hija Gemma de la cárcel. Tal vez por eso el abogado de convergencia ha declinado interrogar a cargos públicos del partido, incluidos exconsellers de obras públicas. No sea que Montull, si cumple su palabra, les deje con el culo al aire.

En todo caso, Convergencia ya no existe, Millet es muy anciano e igual a Ferrovial le ha prescrito el delito. Al final se llevará la peor parte el tesorero de convergencia. ¡Los tesoreros, esos perfectos chivos expiatorios!


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