Editorial del 6 de febrero de 2017

“La justicia actuará con independencia” ha dicho esta mañana el delegado del gobierno en Cataluña. Solo faltaría, a los jueces les entra en el sueldo resistir toda presión en un sentido y el contrario, cosa que ocurre a menudo, sobre todo en los procesos en los que los políticos son protagonistas.

La movilización de acompañamiento de esta mañana por parte del movimiento independentista, arropando a Artur Mas antes de comparecer en el tribunal, ha sido una forma de exhibir musculatura. Tener cada pocos meses la posibilidad de mantener prietas las filas y el ánimo engrasado es un regalo de la justicia ante la incomparecencia de la política.

Este es un asunto agotador que desgasta a todos y que nos sitúa en un callejón sin salida. Expresiones como choque de trenes o desafío soberanista ya no significan nada. Hace tres años que los usamos indiscriminadamente sin que ni se haya producido ni se haya conjurado su peligro.

Muchos observan esta enfermedad como si no tuviera ninguna posibilidad de matarnos, como si fuera una afección crónica con la que acostumbrarse a vivir. Veremos cuánto más tiempo ha de transcurrir para alcanzar una fase aguda sobre la que hoy nadie quiere pronunciarse.


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