Editorial del 8 de noviembre de 2016

En breves días el Rey Felipe VI “tendrá su primera vez” como jefe del Estado en Arabia Saudí, país al que viajó mucho su padre, al que la monarquía saudí consideraba un gran amigo.

El viaje del monarca -que no decide dónde va oficialmente, esa es competencia del gobierno- a esa sanguinaria dictadura árabe, suele tener muchos aplausos en aras de “los intereses económicos de España”. Esta vez la delegación que viajará con el rey traerá de vuelta el encargo de construir cinco corbetas para el ejército Saudí, lo cual se traducirá -supuestamente- en 5 años de trabajo para los astilleros de Ferrol y San Fernando. También está lo del AVE a la Meca, en fin un prodigioso movimiento de miles de millones de euros con el que podemos abdicar un rato de nuestros principios y de la defensa de los puñeteros derechos humanos que, como todo el mundo sabe, no dan de comer a nadie.

La Arabia Saudita es una dictadura que tortura, mata y esclaviza y que financia movimientos islamofascistas que aterrorizan a Occidente, pero no vamos a ponernos exquisitos con sus petrodólares porque todo el mundo sabe que el dinero no se mancha con nada. Bussines is Bussines. Como ha dicho esta mañana Albert Rivera, si hay que ir se va, pero al menos que el ministro de exteriores denuncie allí en algún momento la falta de derechos humanos.

Así ya nos quedamos mucho más tranquilos.


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