Editorial del 23 de junio de 2016

El director de la oficina antifraude de Cataluña, ese organismo cuya existencia desconocía Rajoy hasta hace 48 horas, ha comparecido en el Parlament y ha recordado a los que van a cesarle, o sea a los parlamentarios, que "las grabaciones ilegales son una prueba nula en cualquier proceso y que es algo asqueroso y repugnante". Está claro que Daniel de Alfonso no va a dimitir y amenaza con resistirse a su destitución, incluso acudiendo a la justicia.

Ha venido a decir que todos los grupos políticos tienen mucho que callar y que de momento no tira de la manta aunque podría. A Inés Arrimadas en concreto, le ha contestado que su jefe de filas, Albert Rivera, también fue a verlo y -en palabras textuales- "me pidió que le diera alguna cosa".

Tampoco el ministro en "sus funciones" del Interior, Fernádez Díaz, va a dimitir, "no voy a dar ese gusto a los independentistas", ha dicho. De todo, lo que más llama la atención, es que ambos obvian y evitan pronunciarse sobre lo que les hemos escuchado decir en esas conversaciones.

Los ciudadanos estamos viendo la luna y ellos se empeñan en que miremos el dedito que señala la luna. Es inútil. Ese "esto te lo afina la fiscalía..." que dice con todo descaro el ministro es ya una frase para la historia. La historia de la infamia.


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