Editorial del 15 de junio de 2016

Estamos tan ensimismados en nuestro eterno periplo electoral que nos estamos dando poca cuenta de lo que se está jugando en el patio de al lado, el de Gran Bretaña. Faltan solo 8 días para el referéndum en que los británicos deberán decidir si se quedan o se van de la Unión.

Hasta hace unas semanas había calma tensa en Bruselas porque las encuestas daban vencedora claramente a la opción del STAY, o sea la de que quedarse. Pero la foto ha ido cambiando y a día de hoy el 43% quiere marchar de Europa, el 42% prefiere mantenerse dentro y un 15% no ha decidido su voto.

Pensando en esa bolsa de indecisos el ministro de Finanzas Británico, George Osborne ha dicho está mañana en Liverpool que el Bréxit le obligaría a subir varios puntos los impuestos y a efectuar recortes por valor de 30 mil millones de libras. Esa amenaza, que algunos compañeros de su partido conservador, han tachado de “presupuesto de castigo” es el último cartucho a la desesperada del gobierno de Cameron. Aunque el primer ministro británico ha dicho que se quedaría aunque perdiera el referéndum, lo cierto es que su continuidad sería muy contestada en el propio Parlamento.

La enorme volatilidad en los últimos días en los mercados financieros globales es la prueba del algodón de lo que nos aguarda si el Brexit se consuma. Un 8% ha perdido la Bolsa Española en solo tres jornadas.

Que Dios o el diablo nos pillen confesados.


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