Editorial del 9 de febrero de 2016

Mentir a largo plazo es una costumbre de los políticos, a la que probablemente contribuimos los ciudadanos, que damos por descontado que una parte de las promesas electorales quedarán como las lágrimas de Blade Runner, perdidas en la lluvia.

Pero no decir la verdad 24 horas antes de quedar en falso, es una torpeza. Ayer le preguntaron a Pablo Casado por Rita Barberá, que iba a presidir la comisión Constitucional del Senado, y respondió Casado que “lo más conveniente era que la senadora diera un paso atrás”. Y lo ha dado. Lo que no dijo ayer Casado es que la exalcaldesa, con todo su antiguo consistorio imputado, iba a ser hoy nombrada suplente en la Diputación permanente de la Cámara alta.

Eso supone que si, un suponer, se convocan elecciones en los próximos meses, todos los diputados y senadores pierden su condición, pero no los que formen parte de la Diputación permanente, que es, por decirlo con palabras coloquiales, el que se queda de guardia mientras las dos Cámaras están disueltas. O sea, el aforamiento de la Sra Barberá también se queda de guardia. Por si acaso. Todo muy inocente.


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