Editorial del 29 de septiembre de 2015

El ministro de Justicia ha dicho esta mañana que si no se imputó antes a Artur Mas por poner las urnas de la consulta del 9 N, fue para no interferir en las elecciones del pasado domingo en Cataluña. El tribunal, ha dicho Rafael Catalá, ha tenido cuidado para “no mezclar tiempos jurídicos y políticos”.

La separación de poderes no impide, se supone, que el ministro esté informado de las decisiones del Tribunal.

La semana pasada el independentismo esperaba un golpe de efecto que no llegó pero que un diario de tirada nacional ya anunció el día de reflexión con el titular claro de “Mas será imputado tras el 27S”. Y, desde luego, no se han equivocado.

La interferencia política de los tiempos judiciales no es ahora menor. Llega en un momento delicado para Artur Mas, cuando la CUP ha reiterado su mensaje de campaña de que no lo investirá presidente. Y sin los votos de la CUP, la aritmética parlamentaria se le pone imposible a Junts pel Si para proponer a Mas como presidenciable.

La reacción del mundo soberanista ante esta imputación hace previsible que se redoble la presión sobre la CUP para que reconsidere su posición sobre Mas. El martirologio podría ser, precisamente, su rescate.


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