Editorial del 9 de septiembre de 2015

"Si fueran ustedes, con sus hijos en brazos, los que vieran cómo el mundo se deshace, no habría muro que no fueran a subir, no habría mar que no fueran a atravesar o frontera que cruzar para huir de la guerra o del Estado Islámico. Debemos acoger a los refugiados".

Son frases pronunciadas esta mañana en el parlamento europeo por Jean Claude Juncker, dentro de un discurso vibrante y sentido, que podría suscribir cualquiera de los partidos de la llamada “izquierda radical” europea. Lo que son las cosas.

España es el tercer país de la Unión que va a acoger más número de refugiados, justo por detrás de Alemania y Francia. En cifras, estamos hablando de 14.930 personas las que llegarán a España y serán repartidas por las Comunidades. Personas que, en palabras de Rajoy, no solo “tendrán garantiza la acogida sino a medio plazo, la integración que merecen”.

El cambio del gobierno español -y de otros gobiernos europeos- ha sido tan prodigioso que ha dejado constancia, una vez más, de quién manda en Europa, Angela Merkel.

El desconcierto de la derecha europea ante el golpe de autoridad pro-refugiados de la canciller solo es comparable al de la izquierda europea que no esperaba de la madre del austericidio semejante regate humanitario.


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