Editorial del 20 de abril de 2015

La semana pasada acabó con un nombre propio en todos los titulares, y ésta empieza también con Rodrigo Rato en el centro de toda la atención política.

Cuando esta mañana la secretaria general del PP , Dolores de Cospedal, ha acudido a 'Los desayunos de TVE', sabía que el ministro de economía, exvicepresidente del gobierno de Aznar y gerente del FMI sería objeto de preguntas. Es cierto, se lo reconoció hasta Rajoy en público, que a Cospedal le ha tocado bailar con la más fea casi desde que su partido gobierna España. Nadie puede sacarle ese mérito. Pero nadie con mínimas nociones de cómo se hace la comunicación política consideraría aceptable la respuesta dada por la Secretaria General esta mañana. Rato –según Cospedal- “lleva tiempo alejado de responsabilidad política y ya no pertenece a la militancia del partido”. O sea, uno de los hombres más admirados del PP ya ha pasado a ser “ese señor que usted me menciona”. Marca de la casa.Y eso no ha sido todo. Cospedal considera que los delitos presuntamente cometidos por Rato pertenecen o “se enmarcan en la esfera personal”. También Convergencia dijo que fue personal el presunto latrocinio de los Pujol. Si estuviéramos en una secuencia de la película Regreso al futuro, Rato empezaría a desdibujarse en todas las fotografías. Pero la política y la ciencia ficción no se llevan bien.


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