Editorial del 12 de noviembre de 2014

El presidente del gobierno español no es el único que tarda en reaccionar, en el supuesto que lo dicho hoy en su rueda de prensa incluso con preguntas, sea una reacción.

Una semana ha tardado Jean Claude Juncker, presidente de la Comisión Europea, en responder a si puede seguir siendo presidente de todos, el mismo que realizó maniobras orquestales en la oscuridad a favor de 340 multinacionales.

El escándalo LUXLEAKS, descubierto por periodistas del consorcio internacional, que ha dejado a Luxemburgo y su entonces primer ministro con las vergüenzas evasoras fiscales al aire, ha sido hoy abordado por Junker en una dura rueda de prensa en la que ha lamentado la falta de justicia fiscal que supuso para terceros países los pactos a que llegó su gobierno con las grandes compañías. “Soy políticamente responsable, ha añadido Junker, pero ya no puedo dimitir como primer ministro de Luxemburgo”. O sea, aquí paz y allá gloria.

Por último, el presidente de la comisión ha dicho una frase que valdría un comentario de texto “No hay nada en mi pasado que indique que mi ambición era organizar la evasión fiscal en Europa”. Desde aquella otra de “nadie podrá probar nunca que no es inocente” no se había escuchado nada mejor.


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