Editorial del 6 de noviembre de 2014

Poner al zorro a vigilar las gallinas. Algo así va a resultar el nombramiento de Jean-Claude Junker como presidente de la comisión europea.

Que su país de origen, Luxemburgo, es un paraíso fiscal no es precisamente una primicia informativa pero sí que Junker era el presidente del gobierno luxemburgués cuando se firmaron ventajas fiscales secretas con 340 grandes empresas. ¿El objetivo?... Que compañías como Apple, Ikea, Amazon, Pepsi o Deutsche Bank pudieran defraudar y evadir impuestos en el resto de países. Es muy fácil: se diseñaban estrategias financieras para que los beneficios de esas empresas en otras naciones, por ejemplo en España, se transfirieran a otro de modo que o no pagaban impuestos o se reducían extraordinariamente.

Esos obscenos acuerdos, ahora desvelados por un consorcio de periodistas de investigación, se firmaron entre 2002 y 2010, justo los años en que Jean Claude Junker fue primer ministro en Luxemburgo. Pues bien, ese es el presidente de la Comisión que tenemos, ese al que se negó a votar Pedro Sánchez, por cierto, a diferencia del resto de socialistas europeos. El líder español podrá sacar pecho por eso. O al menos, el PP dejará de afearle constantemente que fuera un irresponsable por oponerse a Junkers.


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