Editorial del 18 de septiembre de 2014

Nunca en la historia de la Unión Europea ha ocurrido que un país miembro haya perdido a una parte de su territorio porque se declarase su independencia.

Y lo que no ha ocurrido nunca siempre genera incertidumbre y preocupación extrema porque no hay modo de responder a preguntas que jamás antes se han planteado.

Es normal que Bruselas y todos los países miembros contengan la respiración hasta que de madrugada sepamos si los 4 millones de escoceses convocados a las urnas han optado por seguir en el Reino Unido o romper con 3 siglos de historia en común.

A falta del resultado, que ninguna encuesta deja claro en realidad porque el empate técnico solo será resuelto por los indecisos, sí hay datos muy interesantes: los mayores son partidarios de la Unión, los jóvenes de la independencia; la mayoría de los hombres quiere romper y la mayoría de mujeres, quiere continuar en el Reino Unido. Casi todos los conservadores prefieren las cosas como están mientras una tercera parte de los laboristas quiere estado propio. En definitiva, si hubiera que hacer retrato robot diríamos que el independentista es un hombre joven de izquierdas, y los unionistas, una mujer mayor y conservadora.

Son los arquetipos que dan los estudios. Esta noche el cómputo de la realidad.


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