Editorial del 21 de abril de 2014

Tras el adiós familiar y estrictamente privado, el mundo se dispone hoy a despedir oficialmente a Gabriel García Márquez.

Méjico DF, que se levanta a esta hora, remata los últimos preparativos en el palacio de las Bellas Artes, donde los presidentes de Colombia y Méjico participarán en un acto que se presume multitudinario.

En tiempos de severo retroceso de las Humanidades, esos conocimientos que no parecen encontrar respeto en los planes de estudio, más pendientes que nunca del santificado mercado laboral, no está mal recordar que hay palabras que cambian la vida. Si García Márquez es un genio es precisamente por haber sido un punto de inflexión en la formación y sentimiento de millones de personas en todo el mundo.

Cuando nadie recuerde los nombres ni siquiera la existencia de todos cuantos estamos ahora aquí, el mundo seguirá pronunciando el nombre de Gabo. Es el caso de inmortalidad más portentoso al que probablemente asistirá nuestra generación.


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