Editorial del 6 de marzo de 2014

No puede negarse que Rusia está jugando bien sus cartas. El clima prebélico con el que se inició esta semana se destensó cuando Putin dijo expresamente que la guerra siempre es la última opción.

Probablemente el presidente ruso jugaba con ventaja: sabía que la parte de Ucrania que le interesa, Crimea, la que tiene acceso al Mar Negro donde está la flota rusa, no solo no tendría ningún problema en sentirse rusa, sino que pediría abiertamente anexionarse a la Federación rusa. Eso es lo que hoy ha ocurrido: Crimea convoca un referéndum urgente para el día 16, dentro de 10 días, para confirmar la voluntad mayoritaria de incorporarse a Rusia. Putin simplemente se ha dado por enterado.

De los 2 millones de crimeos, el 60% son rusos. El 25% ucranianos, que no quieren desgajarse del país en que aún están, y el 12% son tártaros. Estos últimos serán como siempre los más damnificados, los que con razón se sientan más apátridas pese a que prefieren seguir en Ucrania que anexionarse a Rusia.

Si una mayoría aplastante quiere ser rusa y así se manifiesta en el referéndum. ¿Quién podrá impedirlo? Europa juega a la ruleta rusa, mientras Putin se toma un vodka.


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