Editorial del 21 de enero de 2014

Como hay pocas noticias buenas, arranquemos con una que ha dado cierta alegría esta mañana.

El turismo ha vuelto generosamente a España, consiguiendo que el 2013 sea el mejor de nuestra historia. Más de 60 millones de personas pasaron por aquí el año pasado, cosa que ha recuperado para nuestro país la tercera posición que habíamos perdido como receptor de viajeros. Solo Francia y Estados Unidos nos superan. La delicada situación griega y otros destinos del Mediterráneo, inseguros desde las primaveras árabes, han dado un empujón a las expectativas españolas.

Rajoy ha aportado hoy esos datos en la inauguración del Foro Turístico Exceltur, y ha calificado al turismo como “el mascarón de proa de nuestra economía”. Eso está bien, y es un potencial que España debe cuidar con esmero y con la máxima excelencia posible. Pero si no queremos ser solamente un país de camareros y servicios, habrá que trabajar para encontrar otros mascarones de proa. Está bien que vengan rusos y alemanes, pero sería deseable que nuestros ingenieros no tuvieran que marchar y no a hacer turismo precisamente. De ello ha avisado Bruselas este mediodía, España, como Rumania, Bulgaria o Grecia debe crear empleo de calidad para salir de la pobreza.


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