Editorial del 9 de julio de 2013

Los países pobres suelen pensar que la investigación es cosa de países ricos. Los países ricos, en cambio, saben que lo son precisamente por la investigación.

España es hoy un país pobre que niega a sus investigadores cualquier posibilidad de convertirnos en un país próspero más allá de los ladrillos que nos estallaron en la cara y el sol que vienen a tomar los guiris.

Este mediodía el presidente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, el CSIC, ha convocado a los medios para dar cuenta de su situación desesperada. Si no reciben en breve, al menos 75 millones, toda la maquinaria del CSIC, con más de 100 centros de I+D y una plantilla en toda España de 15 mil investigadores y personal, dejará de funcionar. “Sin ese dinero no llegamos a fin de año. Se acaba la gasolina: Un cataclismo” según palabras de Emilio Lora-Tamayo.

El ministro de economía ha transmitido que no se va a dejar caer al CSIC pero hoy por hoy, los cientos de proyectos de investigación en España malviven con 25 millones, la mitad de lo que tiene un solo hombre, Luis Bárcenas, en Suiza. La vergüenza nacional no tiene límites.


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