Editorial del 30 de mayo de 2013

El fanatismo es a menudo un camino al comportamiento criminal, aunque sea en nombre en Dios.

La Corte Suprema de Justicia de El Salvador acaba de prohibir el aborto a Beatriz, una mujer de 22 años cuya vida corre peligro por un grave problema renal provocado por la enfermedad del Lupus que padece. Aunque salvar la vida de una mujer ya es razón sobrada para interrumpir un embarazo, se da la circunstancia añadida de que el feto que lleva en su vientre tiene anencefalia, o sea, carece de cerebro y por tanto de ninguna posibilidad de vivir tras el nacimiento.

De nada han servido los llamamientos de Amnistía Internacional, ni los de Naciones Unidas para que se hiciera caso a los médicos. La Corte Suprema salvadoreña prefirió escuchar a la Conferencia Episcopal que, como queda acreditado, considera la vida de la madre un bien de segunda.

Algunas organizaciones españolas intentan a esta hora que la joven pueda venir a España a interrumpir su embarazo si su estado físico permite ese largo viaje. La ley española actual permitiría ese aborto terapéutico. Dentro de unos meses, no se sabe. Lo seguro es que España estará más cerca de El Salvador que de Europa.


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