Editorial del 31 de enero de 2013

Es posible que hoy sea el peor día de la vida política del presidente del gobierno. Y eso que Rajoy ha pasado un buen puñado de malos días. Pero las virtudes lo son hasta que se convierten en graves defectos.

El indudable estilo propio de Mariano Rajoy, que no hace falta definir porque todos sabemos de qué estamos hablando, el que le ha sido útil al presidente durante 10 años para sortear todas las pieles de plátano tanto de adversarios como de compañeros de partido, ese estilo no es apto ya para afrontar el desafío con el que hoy nos hemos desayunado.

Los papeles secretos de Bárcenas, cuya autenticidad o no será fácil de demostrar hasta para un grafólogo aficionado, registran toda una realidad económica paralela que no es aceptable en ningún caso pero menos en aquellos que tienen la máxima responsabilidad pública.

Que el presidente del Senado, Pío García Escudero, haya dado por bueno el apunte que se refiere a él -un préstamo de 5 millones que fue devolviendo- dinamita la primera respuesta ofrecida por de Cospedal: La de que todo es mentira, nada se corresponde con la verdad y solo se intenta hacer daño a un partido y a unas personas.

Bárcenas era una bomba, eso estaba claro desde el principio, hace ya por cierto más de 3 años.


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