Editorial del 9 de enero de 2012

No sé si llegamos a tiempo para desearles feliz año. Primero porque es algo tarde ya, y segundo y, sobre todo, porque 2012 ha nacido no con un pan bajo el brazo sino, en todo caso, con un pan como unas hostias. Ya me perdonarán pero la subida brutal de hasta 7 puntos en el IRPF, vuelve a colocar a los españoles en unos niveles confiscatorios, superiores incluso a los de la era Borrell. Creíamos que no volveríamos a verlo, pero, en algunas comunidades las rentas altas del trabajo llegarán a entregar a Hacienda casi el 60% del total.

Esos niveles parecían propios de las acomodadas y ricas socialdemocracias del norte de Europa, esas en las que no hay recortes ni apenas paro, pero impensables en un gobierno conservador que prometió hasta 2 días antes, no subir los impuestos. Suerte que al menos, Rajoy está dedicando tiempo y esfuerzo para dar al país toda suerte de explicaciones, verdad?

Las promesas electorales suelen incumplirse para descalabro de la reputación de los políticos, pero esta vez, añade al incumplimiento el prodigio de hacerlo en tiempo récord.

Si añadimos que el principal partido de la oposición está abierto en canal y hecho unos zorros- hoy más que ayer pero menos que mañana-, que en los tribunales de Palma y Valencia se escuchan cosas espeluznantes pagadas con dinero de todos y que un chófer sevillano ha contado que la cocaína del jefe también salía del cajón de sastre de los ERES... es como para desear que “tempus fugit” y que pronto podamos decir: Feliz 2013.


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