Editorial del 4 de junio de 2012

Hoy es un día triste para aquellos empresarios, autónomos o trabajadores que han estado pagando escrupulosamente sus impuestos durante toda su vida activa. Y sobre todo, para los que fueron inspeccionados alguna vez por la Agencia Tributaria, bien porque se equivocaron, bien porque intentaron defraudar alguna cantidad al fisco, y que tuvieron que hacer frente a multas exageradas además de los intereses de demora.

Y es triste porque desde hoy, cualquiera que lleve años robando al erario público, puede ir a una ventanilla, pagar el 10% y hacer las paces con el fisco. Mientras, sus vecinos, familiares o amigos habrán pagado, según su renta, el 25, el 30, el 35 y hasta el 50% de sus ingresos.

La amnistía fiscal, aprobada por decreto ley, alcanza al dinero negro con tal generosidad que si ese dinero se generó durante este año 2012 o durante el anterior, 2011 –ambos pendientes aún de tributar- bastará con que el defraudador diga que es anterior al 31 de diciembre del 2010 para que el gobierno les crea y se conforme con el 10% de tributación. O sea, no solo es una amnistía fiscal, es una invitación al fraude y una patada en la espinilla a los ciudadanos cumplidores.

¿Compensa la cantidad de dinero que va a aflorar, aún por ver, con la secuela que esa injusticia va a causar irremediablemente en los contribuyentes honestos? Les dejo a ustedes la respuesta.


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