Editorial del 9 de octubre de 2012
Que en la cuna de la democracia, Grecia, haya que suspender por un día el derecho de reunión y el de manifestación, para recibir a Angela Merkel, es para pellizcarse y no creérselo.
Una ciudad blindada, Atenas, 7000 agentes policiales custodiando todo el distrito gubernamental; estrictas medidas de seguridad en la embajada alemana, aeropuerto y zonas comerciales... Estaciones de metro y colegios cerrados en el centro de Atenas.
Así recibe Antonis Samarás a la cancillera Merkel, que no ha pisado Grecia desde el inicio de la crisis hace casi 3 años.
Cuando los representantes de los ciudadanos, elegidos democráticamente, tienen que “bunquerizarse” y protegerse de los mismos ciudadanos a los que supuestamente representan, algo grave, muy grave está ocurriendo. Los electores alemanes, por ejemplo, no tolerarían ser tratados así, ni los franceses. ¿Por qué los griegos, sí?