Editorial del 12 de marzo de 2012

El fantástico mundo de la conspiración goza siempre de una formidable capacidad de propagación.

Desactivarlas no es que sea difícil, es que es imposible: incluso los argumentos esgrimidos desde la racionalidad o la ciencia, son interpretados por los que sustentan la conspiración como leña que aumenta la combustión de sus supersticiosas convicciones. Esto vale para los antivacunas -a los que no basta que la ciencia demuestre las trampas e insidias de los que propagan su maldad-, al contrario, creen que la conspiración va a más... y vale para cualquier otra conspiración. Por ejemplo que Bin Laden no está en el mar, que lo de las Torres gemelas lo montó la CIA, o que ETA está detrás del 11M.

Es de agradecer, pues, que el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, haya dejado por fin meridianamente claro hace un rato que ni el Ministerio Público ni nadie va a reabrir el caso del 11M puesto que los hechos probados son “incontestables”. Y ha añadido “la verdad jurídica está contenida en la sentencia de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo”.

Que se prepare el Fiscal general: es norma de los que propagan la conspiración arremeter sin piedad y sin escrúpulos contra quienes osan rebatirles. La presión le entra en el sueldo. Resistirla, también.


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