Editorial del 23 de marzo de 2011

El día amaneció revuelto, con una auténtica maraña informativa, y a medida que pasan las horas se va complicando.

Fukushima vive hoy otra jornada angustiosa, a ratos incluso con información que hace ser más pesimista que ayer. La temperatura de uno de los reactores es 100 grados más alta de lo que se preveía como límite en el momento de su construcción. En otro, la radiación es tan alta que los técnicos han tenido que abandonar temporalmente su lucha titánica para impedir lo que hoy parece menos evitable. El propio primer ministro ha dicho que cuanto más lejos de la central nuclear, mejor para la salud. Es obvio, pero no tranquiliza precisamente.

En Libia sigue el bombardeo de los aliados, mientras Gadafi amenaza con “luchar hasta el final”. El baño de sangre tampoco parece, pues, evitable.

Por si todos estos escenarios no fueran lo suficiente preocupantes para el mundo, en Jerusalén ha estallado un autobús en un barrio judío, cuyo balance en víctimas aún es confuso, pero que ya podemos temer que será alto.

Y si la economía parecía estar callada y como ausente, hoy ha vuelto. Siempre nos quedará Portugal parece estar tramando el mercado. Hay quién da por hecho un rescate seguro a nuestros vecinos si esta tarde Sócrates, el primer ministro no saca adelante en el parlamento portugués el plan de estabilidad económica.

Sumen a todo eso la muerte de Elizabeth Taylor, la mejor gata sobre el tejado de zinc.


Política de Privacidad Política de Cookies © 1998-2024 juliaotero.net