Editorial del 22 de febrero de 2011

Morir matando parece ser el camino escogido por Muhamar el Gadafi para enfrentarse a su destino. Bombardeos sobre la población civil, mercenarios armados disparando indiscriminadamente, avenidas cubiertas de cadáveres. Con sangre y destrucción se está escribiendo la revuelta en Libia, con un Gadafi loco y excéntrico que se ha dejado ver en la televisión unos segundos para desmentir su huida a un lugar seguro. Hace apenas una semana, Gadafi celebraba las revueltas contra el poder establecido en otros países árabes, como si la cosa no fuera con él.

Hoy parece dispuesto a matar a cuántos sea necesario para sofocar una rebelión que hace días se le fue de las manos. Pero, ¿a cuantos más tiene que ametrallar para que los libios se rindan? ¿a mil, 5 mil, 100 mil? Seguirán siendo muchos más los que han perdido el miedo. Y cuando los pueblos pierden el miedo, sólo pueden ganar. Se puede aplicar a Alá aquella coplilla castellana que decía que Dios está con los buenos cuando son más que los malos. Y al excéntrico de la jaima pronto se le acabarán las balas.


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