Editorial del 15 de febrero de 2011

Silvio Berlusconi tiene cita desde esta mañana en el Tribunal de Milán. Será el 6 de abril el día del juicio por abuso de poder, cohecho y prostitución de menores. Al final, las pruebas eran tan abrumadoras que el primer ministro italiano no ha podido evitar sentarse en el banquillo por asuntos tan miserables. Hasta ahora el siniestro cavaliere había conseguido evitar su imagen en el banquillo con todo tipo de triquiñuelas, pero miren por donde, sus fiestas en Villa Certosa pueden acabar con su carrera política y su inhabilitación para siempre. Nuestros expertos en crónica negra, Marlasca y Rendueles, han tenido acceso al sumario del “bunga –bunga”, lo han traducido y a las 5 y media vienen a JELO a contarlo.

Puede darse la tentación de considerar este escándalo sexual de Berlusconi como un tema menor. Alguien dijo ayer en nuestro programa que venía a ser como lo de condenar a Al Capone por evadir impuestos. Sin embargo, no es un delito pequeño jugar con la pobreza de una adolescente para acostarse con ella. No faltará incluso quién culpe a la joven; aún tenemos memoria para recordar la sentencia de aquel juez español que disculpó un abuso sexual por la minifalda de la víctima. No, no es un asunto menor. Es un delito repugnante lo cometa quien lo cometa. Y si esa persona tiene poder, aún resulta más miserable.


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