Editorial del 28 de abril de 2010

Esperanza Aguirre ha demostrado esta mañana que era fácil. Bastaba con decir lo que ella ha dicho, que “está absolutamente a favor de defender a las víctimas del franquismo como a todas las víctimas” y que la Comunidad de Madrid ayudará a cualquier madrileño a buscar los restos de antepasados, familiares o seres queridos que muriesen en la guerra civil y que crean que fueron enterrados en fosas comunes o en una cuneta. Ha añadido que en cuanto haya peticiones al respecto, ella y su gobierno harán lo que tengan que hacer.

Ese parece un buen mensaje, en el buen camino. Lo que no es razonable es que se acuse de guerracivilistas a los que, simple y llanamente, quieren encontrar y enterrar a los suyos.

Si hubieran sido atendidos a tiempo, nos estaríamos en la escalada de improperios a la que asistimos. Un poco de piedad, inteligencia política y responsabilidad neutralizarían la a menudo insoportable metafísica de España.

Esperanza Aguirre lo ha hecho fácil esta mañana. ¿Por qué a otros les cuesta tanto?


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