Editorial del 22 de septiembre de 2009

Desde hace un rato el alcalde de Benidorm es otro: Agustín Navarro. Un concejal que se ha ido del PP junto a otros 12 que se han ido del PSOE, han echado del sillón de mando consistorial a Manuel Pérez Fenoll.

Hoy es día para hablar pues de transfuguismo... ¿Qué cosa es un transfuga? Una persona que traiciona a sus compañeros de partido para irse con los adversarios. El transfuguismo es tan feo como legal. Y si tan molesto resulta a los partidos y tan insoportable a los ciudadanos, bueno será hacer caso a Gaspar Llamazares que ha pedido hace un rato que se dejen de pactos antitrasfuguismo PP y PSOE, y que legislen para que tal cosa no pueda ocurrir. Intachable el razonamiento de Llamazares.

En Brasil, hasta hace 2 años, los señores diputados y senadores podían cambiar a discreción de partido sin ninguna responsabilidad y sin que siquiera se les afease la conducta en público. Los partidos se hartaron de los bailes de sus señorías de unas siglas a otras, y el Tribunal Supremo falló el 5 de octubre del 2007 que se imponía por ley la fidelidad partidista.

¿Quieren en España los partidos legislar para impedir el transfuguismo? Nadie les impide llevar y votar esa propuesta en el Congreso... incluso puede que sea una buena idea. Lo que no es de recibo es el contorsionismo que usan los políticos para justificar la traición cuando les viene al pelo, o denunciarla cuando favorece al contrario. Zaplana llegó a Benidorm como alcalde de forma calcada a la que hoy ha usado Agustín Navarro. Y sí, es feo, muy feo. Pero si no quieren que ocurra, que lo conviertan en ilegal.


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