Los psiquiatras de Nueva York se preguntan estos días cuándo volverá la población de Manhattan a vivir sin sentirse culpable.

Todo el mundo, en Nueva York, conoce a alguien o es amigo o familiar de alguien que ha desaparecido en el World Trade Center, un eufemismo, éste de "desaparecido" que ayer el alcalde Giuliani ya empezó a cambiar por la palabra real, es decir, "muertos".

Las palabras son inofensivas pero son, al fin y al cabo, la primera materia de la que están hechos los pensamientos y los sentimientos. Por eso, los Newyorkinos han cambiado su lenguaje, -bien, quizás lo hayamos hecho todos-, y evitan expresiones coloquiales o metafóricas, que desde el día 11 tienen una carga que puede ser ofensiva o inapropiada.

¿Quién puede decir "esto quita humo", "me lanzaría por la ventana", o "torres más altas han caído", por ejemplo, sin sentir de forma inmediata un escalofrío por la espalda?

Curiosamente, dicen los psiquiatras que esta autocensura léxica ralentizará las cicatrices del espíritu y del estado de ánimo. Aún más, la vuelta de los shows humorísticos a televisión, que aún no se ha producido en los Estados Unidos Americanos, marcará, de verdad, la vuelta a la normalidad.

De uno a dos años puede durar el trauma colectivo, dicen los expertos. Nosotros que trabajamos tanto con las palabras, queremos recordar aquel pensamiento de Juan Ramón Jiménez que decía: "Las palabras curan".

Bona tarda. Comença La Columna.


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