Treinta centros de enseñanza secundaria en Cataluña están probando este curso un sistema de control de las ausencias o "campanas" de los alumnos. Se trata de un artefacto muy pequeño que han bautizado con el nombre de "tamagotxi" y que tiene tantas terminales -del tamaño de una calculadora- como profesores hay en el centro.

Cuando el maestro pasa lista, sólo tiene que apretar el botón para registrar posibles incidencias; para comenzar, registra si el estudiante está o no está, si ha hecho los deberes o cual es su comportamiento.

Parece que la experiencia resulta provechosa. En algunos centros, los adolescentes que ahora son controlados, han reducido hasta un 70% las faltas a clase. La cosa podría ir un paso más allá porque se estudia cómo hacer llegar la información a los padres en el mismo día, enviándoles un mensaje al móvil. Por lo visto es frecuente que los padres no acaben de creerse que el hijo o la hija hagan "campana" con más o menos asiduidad.

El mundo hipercontrolado donde vivimos no es el mejor de los escenarios... La libertad vigilada sólo es un simulacro de libertad, pero también es cierto que si no hubiera control, incluso, castigo, la mayoría incumpliría compromisos, acuerdos y leyes.

¿Llevamos el cinturón de seguridad por seguridad o para que no nos multen? ¿Pagamos impuestos porque creemos en la función pública o por miedo a que nos cojan? ¿Somos fieles por convicción o por miedo a que nos descubran?

Sería fantástico que todo el mundo fuera como debe ser, pero eso es una superstición. Los adolescentes son como nosotros: ni mejores ni peores.

Bona tarda. Comença La Columna.


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