Editorial del 26 de febrero de 2013

Para habernos pitorreado tanto de los mayas y sus previsiones apocalípticas, empieza otra semana histórica de sustos.

Es la semana en que el Papa deja de ser Papa sin haber muerto, la misma en que el PSC votará diferente al PSOE en el asunto del derecho a decidir, la semana que ha empezado con Bárcenas declarando ante la Audiencia Nacional -no sé sabe si la verdad o lo habitual, y la que una señora rubia a la que llaman alteza serenísima le ha hecho una peineta a la corona desde la primera página de un periódico. Una virtuosa, la dama, que mientras le da patada en la espinilla a un “amigo entrañable” dice lo contrario, que no cuenten con ella si quieren utilizarla contra la Familia Real.

Igual todo esto es normal y no hay de qué preocuparse. Sin ir más lejos, Luis el cabrón –como le llamaban cariñosamente sus colegas- ha entrado en la audiencia hace tres horas y media diciendo que estaba “muy tranquilo y con ganas de declarar” y una hora más tarde la señora de Cospedal decía en la rueda de prensa estar “muy, muy, muy tranquila y el partido también”.


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