Editorial del 24 de enero de 2012

Las lecciones de la Historia reciente son tozudas: cuando el mundo vive una crisis económica profunda, inmediatamente después viene la solución, y la solución es... una guerra. Así ocurrió en la Primera guerra mundial, en la Segunda, en la de Vietnam, en la de Irak. Sin ir más lejos, la crisis económica más reciente, la del pinchazo de la burbuja tecnológica, acabó con la guerra de Afganistán.

Por esa regla de tres histórica, no escrita en ninguna parte, la crisis brutal que ahora vive Occidente solo podría paliarse con una guerra a lo grande, por ejemplo, contra Irán, que está poniendo mucho de su parte, por cierto. Les doy 2 indicios significativos de que tal operación podría estar larvándose: en primer lugar la Unión Europea ha decidido vetar el petróleo iraní, siguiendo los intereses de Estados Unidos. Claro que, casualmente, los que han decidido el embargo no son clientes de Irán. ¿Saben quién compra más crudo iraní? Exacto, España, Italia y Grecia. O sea, a perro flaco todo son pulgas, a pagar el petróleo más caro en otro sitio. Lo que nos faltaba.

Y el segundo indicio del clima prebélico es algo más que eso, es una obviedad: las grandes empresas americanas de armamento cotizan al alza en Wall Street. La que menos, gana un 20% en los últimos meses. ¿a qué viene tanta alegría en estos tiempos si no es por la certeza de que su “producción” va a ser muy solicitada en breve?. Y encima Obama tiene elecciones. Vale, tiene un premio Nobel de la Paz... pero ¿hay algo mejor para mantener prietas las filas que una guerrita a tiempo?

Puede que nos equivoquemos, pero como dicen en Hollywood, The show must go on.


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