Editorial del 11 de enero de 2012

Cuando un mentiroso acusa a otro de mentir... ¿miente o dice la verdad? No es fácil la respuesta, sobre todo cuando lo más probable es que el sujeto sea múltiple: mienten todos y, algunos, los más virtuosos, cuentan trolas diferentes según el auditorio. Quién dice auditorio, dice territorio.

Por ejemplo, dice Montoro que el gobierno Zapatero les engañó con el déficit. Y puede tener razón: Nos podía engañar a todos pero a él no: con llamar a los presidentes de las 11 comunidades que gobiernan hubiera estado al cabo de la calle.

Otro ejemplo, dice el consejero catalán de economía que el paquete de impuestos de Rajoy va a ahogar a Cataluña donde ya tienen el IRPF más alto de España, pero va y su partido, CIU, vota a favor hoy en el Congreso y añade que “por coherencia, rigor y coraje”. Desde luego hay que tener coraje para decir a la parroquia propia lo que quiere oír, y luego votar lo contrario en Madrid. Con lo fácil que sería contar la verdad: señores, tenemos unos presupuestos sin aprobar en Cataluña, necesitamos al PP y estamos cambiando cromos.

Y luego está la gran mentira de la igualdad entre todos los españoles: en un sitio se paga impuesto de patrimonio, en otro no; allá se baja el IRPF y acullá se sube; en tal se paga por receta, y en tal otro, es implanteable... O más federalismo o más centralismo. Lo que tenemos es un quiero y no puedo, o un puedo pero no quiero. O sea, un barullo.


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