Editorial del 23 de diciembre de 2010

Artur Mas ya es presidente de la Generalitat. No es noticia porque no podía ocurrir otra cosa. O sea, el qué estaba claro, nos faltaba el cómo. Ya lo sabemos, con la abstención de los socialistas, y el voto en contra de todos los demás. Mas ha elogiado en su discurso a Maragall y a Montilla por su actitud desde que perdió las elecciones y por el traspaso ejemplar de poderes que está protagonizando. El nuevo president también ha revelado que él y Montilla se han visto más veces de lo que se ha sabido y que la relación personal ha sido más fluida de lo que pudiera parecer.

Los mimos han sido tantos que el presidente del grupo socialista ha tenido que recordar que el amor alcanza sólo a la investidura y que luego a Convergencia le faltarán siempre 6 diputados para tener estabilidad.

¿A qué obedece esta rendición de la tropa socialista? La lectura más fácil, por no decir “simplona”, es que los socialistas catalanes siguen entregándose a la causa del nacionalismo, a cambio de un poco de cariño institucional. Observen, sin embargo, que el gran adversario del PSOE en España, el PP, vuelve en Cataluña al mismo lugar en el que estuvo muchos años: la irrelevancia. Alicia Sánchez Camacho tenía el sueño de ser decisiva y esta mañana le han venido a decir que mientras Rajoy no gane en España, el PP es perfectamente prescindible en Cataluña.


Política de Privacidad Política de Cookies © 1998-2024 juliaotero.net