Editorial del 27 de septiembre de 2010

Un sumario que tiene 200 mil folios no es resumible en un minuto de radio. Lo que hoy ha empezado en la audiencia provincial de Málaga, supone en cifras, tanto de imputados, como de abogados, bufetes, periodistas, televisiones, y sobre, todo, en millones robados, un proceso de tal magnitud que es difícil no perderse.

La operación Malaya que se desencadenó hace ahora 4 años ha llegado a juicio esta mañana. Ya es un éxito que haya arrancado porque muchos temían que un proceso que tiene a 95 personas en el banquillo, entre exalcaldes, ex-concejales, abogados, empresarios, economistas, ni siquiera pudiese comenzar. La complejidad de la telaraña corrupta es tal que no estará visto para sentencia, dicen, antes de un año.

Pero independientemente del relato judicial y mediático que iremos conociendo, nos surgen algunas dudas por no llamarlos abiertamente temores.

¿España va a estar pendiente de un juicio que incluso en lo simbólico tiene una enorme trascendencia? En lo simbólico, decimos, porque la corrupción fue durante años el estilo pret a porter de muchos ayuntamientos y Marbella es el exponente máximo de toda esa pornografía corrupta. ¿Estaremos atentos para saber qué se hizo, cómo se hizo, cuál es el grado de responsabilidad incluso de la ciudadanía? ¿o vamos a quedarnos con las historias de cama, celos, despecho y cuernos que tanto gustan en un país que se inyecta en vena cada día dosis envenenadas de cotilleos y chafarderías?


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