Editorial del 4 de marzo de 2010

La inteligencia puede medirse por distintos indicadores. Y, entre ellos, dada nuestra condición de animales sociales, es imprescindible que figure el de asumir que metemos la pata. Lo malo no es equivocarse, o no sólo, sino ser incapaz de reconocerlo y pedir disculpas. La humildad es una virtud difícil y escasa que nos adorna poco a la mayoría. Pero hay que saber distinguir en la vida esas ocasiones en que no hay más remedio que disculparse, aunque se nos lleven los demonios.

Pues bien, ayer la señora Rosa Díez en la facultad de Derecho de Sevilla, preguntada por el movimiento de todo el arco parlamentario gallego para reprobar sus ya famosas palabras del "gallego en el sentido más peyorativo", no sólo desaprovechó la oportunidad de retractarse aunque fuera ya algo tarde, sino que consideró que los gallegos que se “ofendieron son intolerantes y tienen complejo de inferioridad”. “Hay mucho candidato a censor”, añadió, decidida al parecer a que el parlamento gallego no vea un diputado de su partido alguna vez.

Que lea la señora Díez los artículos y comentarios de toda la prensa gallega hoy, y de todos los partidos políticos en Galicia y que saque sus propias conclusiones, a ser posible, un poco más elaboradas intelectualmente que las que ayer profirió.


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